SOMBRAS Y RINCONES DEL JARDIN: LA PERGOLA Y EL TREILAGE

Algo hay que producen los espacios abiertos y verdes. Todas las mañanas antes de empezar clases en el Herbarium, hacemos cinco minutos de elongaciones, relajación y respiración sobre el prado que sembré hace doce años atrás. El sol va saliendo a esa hora detrás de la cordillera: estamos vivos, es un día nuevo y lleno de sorpresas y hay que dar gracias a Dios. Esto nos ayuda a dejar de lado tensiones, rabias y problemas, a anclarnos a tierra y concentrarnos en la materia que estudiaremos ese día. El prado – una mezcla de semilla estadio y trébol – está mullido y verde y brinda una sensación de paz y tranquilidad inigualable.
Abril es el mejor mes para sembrar el pasto. Es importante preparar previamente el terreno con cuidado y que no falte el riego posterior. La semilla germinará y se adaptará amablemente al suelo durante todo el invierno y llegando la primavera con un sistema de raíces bien formado, empezará a crecer con fuerza.
Antes de sembrar hay que cubicar el terreno para saber cuanta semilla y que variedad de ella necesitaremos según el sitio, pues hay semillas para sol y otras mezclas para terrenos sombríos, para alta resistencia o de alta mantención. Generalmente se recomienda 1 kilo de semilla para 20 metros cuadrados. También es el momento para decidir si queremos poner riego automático e instalarlo. El siguiente paso será repicar la tierra unos veinte centímetros y sacando piedras e incorporando un poco de guano maduro, nivelar el terreno. Sembrar al voleo la semilla escogida, cubrir con una capa de compost o tierra de hojas y apisonar suavemente. Inmediatamente regar en forma de lluvia fina y mantener húmedo durante el primer mes después de la siembra. El primer corte se dará cuando el pasto alcance alrededor de 10 centímetros de alto, ojala en un día de sol y estando el pasto bien seco.
Una excelente alternativa al prado, son los cubresuelos. Estos también se deberán escoger considerando la cantidad de sol que tiene el terreno y el uso que tendrá. Estas plantas se plantan en otoño poniendo cada una a treinta centímetros de distancia. Se mulle el terreno alrededor y se mantiene húmedo. Al final del invierno la planta habrá formado un sistema radicular fuerte y estará lista para empezar con los primeros calores a formar nuevos tallos y hojas. Entonces se le pondrá una capa de compost o guano que estimulará la producción de hijuelos formando una capa compacta de verde para el verano.
Son muchas las variedades pero tengo tres que son mis favoritas, por lo resistentes, aromáticas y hermosas. Una es la violeta silvestre, Viola odorata, especial para sitios sombríos y húmedos y que nos da su dulce aroma durante los meses de invierno, cuando no hay muchas plantas en flor. Otra es la manzanilla romana, Anthemis nobilis o Chamaemelum nobile, amante del sol y del calor, excelente para el borde de la piscina donde su aromático y blando follaje nos brindará un espacio mullido para poner nuestra toalla. A las abejas no les gusta su olor por lo que evita su presencia. Finalmente el tomillo rastrero, Thymus praecox, que necesita muy poca agua, es blando y aromático, se puede pisar y se corta con la máquina de cortar pasto una vez al mes. Tupido y generoso, dicen que debiéramos tener siempre un rincón de tomillo plantado, pues es donde duermen su siesta los duendes del jardín. Algo digno de imitar.
Marie Arana-Urioste